México estancado: cuando el discurso ya no alcanza

México estancado: cuando el discurso ya no alcanza

Aunque uno trate de escribir sobre el buen desempeño de la economía nacional, la realidad siempre se acaba anteponiendo. Con los indicadores recientemente publicados, queda claro que septiembre volvió a exponer la realidad incómoda: la economía mexicana avanza poco y sin rumbo. Las variables más relevantes, tales como confianza del consumidor, actividad industrial, inflación y producción automotriz, confirman el diagnóstico de estancamiento estructural. La ligera baja en la confianza de los hogares revela un ánimo social contenido, derivada de la incertidumbre por la escasa creación de empleos formales y la erosión del poder adquisitivo. La industria, por su parte, sigue atrapada en una espiral de debilidad: cae la minería, se paraliza la construcción y las manufacturas apenas se sostienen.

A pesar de la narrativa oficial de “estabilidad” y de que no se necesita crecimiento económico para que la gente tenga bienestar, los precios de los bienes esenciales siguen presionando el bolsillo de las familias, y sectores estratégicos como el automotriz retroceden por los aranceles del 25% aplicados por Donald Trump y la lentitud del gobierno estadounidense en realizar la devolución del impuesto por la parte estadounidense de cada vehículo exportado que cumple reglas de origen del T-MEC.

Mientras la inflación se ha vuelto un mal crónico, anclada en los servicios y los alimentos, la producción industrial se contrae y la confianza del consumidor se erosiona. México enfrenta, una vez más, el mismo diagnóstico que el gobierno se niega a reconocer: vivimos con una economía detenida, sin motores claros de crecimiento y con señales de agotamiento en su modelo productivo.

Índice de Confianza del Consumidor (ICC)

En septiembre de 2025, el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) se ubicó en 46.5 puntos, lo que representó una ligera disminución mensual de 0.2 puntos y una caída anual de 0.5 puntos, de acuerdo con cifras desestacionalizadas del INEGI y Banco de México. Este retroceso interrumpió la leve recuperación observada durante los dos meses previos, reflejando un entorno de incertidumbre tanto en la economía nacional como en la percepción de los hogares. El deterioro estuvo concentrado en los componentes relacionados con la situación económica del país, tanto actual como esperada, y en las posibilidades de adquirir bienes duraderos, lo que sugiere una percepción más cautelosa ante el entorno económico y laboral.

A nivel desagregado, el componente sobre la situación económica actual del hogar mostró una leve mejora de 0.2 puntos, mientras que el indicador de expectativas familiares a 12 meses se mantuvo sin cambio en 58.6 puntos, lo que indica que los consumidores mantienen cierto optimismo sobre su situación personal futura. En contraste, la percepción sobre la situación económica actual del país retrocedió 0.2 puntos y la situación esperada del país cayó 0.5 puntos, acumulando un descenso anual de casi tres puntos en ambos casos. Además, la disposición para realizar compras de bienes duraderos disminuyó 0.8 puntos, alcanzando 32.4 puntos, lo que revela prudencia ante el consumo en un contexto de bajo crecimiento y tasas de interés aún elevadas. Es así que el ICC de septiembre confirma un escenario de confianza moderada y expectativas estancadas, donde los hogares perciben estabilidad relativa en lo personal, pero fragilidad en la economía nacional.

Actividad industrial

El subejercicio en el gasto de inversión por parte del gobierno federal, el desastre de Pemex, así como los aranceles impuestos por el gobierno de Donald Trump se han visto reflejados en los niveles de producción. En el acumulado de los primeros ocho meses de 2025, la actividad industrial total del país registró una caída anual de 1.4% en cifras desestacionalizadas, reflejando caídas en todos sus componentes. Este retroceso confirma que el sector secundario se mantiene en una fase de contracción, afectado por un entorno de menor dinamismo en la inversión y una desaceleración de la demanda externa.

El comportamiento más adverso se observó en la minería (influenciado poderosamente por lo que sucede con Pemex), que reportó una fuerte disminución de 7.7% anual, convirtiéndose en el sector con el mayor retroceso dentro del conjunto industrial. A su vez, las actividades de electricidad, gas y agua mostraron una contracción de 2.2%, en línea con una menor demanda del sector productivo. La construcción también retrocedió 1.8%, afectada por la menor ejecución de obra pública y la desaceleración del segmento privado constructor.

Por su parte, las manufacturas, que concentran la mayor parte del valor agregado industrial, mostraron un desempeño prácticamente estancado, con una leve disminución de 0.2% anual en el periodo enero–agosto de 2025. Si bien la magnitud de la caída fue menor respecto a otros sectores, este resultado confirma que la industria mexicana opera sin impulso, con una producción que no logra recuperar los niveles observados en el año previo.

Y uno de los sectores donde la debilidad manufacturera se hace más visible es la industria automotriz. En septiembre de 2025, la producción de vehículos ligeros cayó 6.1% anual, mientras que las exportaciones disminuyeron 0.3%, y las ventas internas apenas crecieron 0.3%. Este estancamiento, que se debe principalmente a la política arancelaria de Donald Trump y al escaso crecimiento económico de México, no es un fenómeno aislado ya que en los primeros nueve meses del año, la producción acumulada retrocedió 0.3%, arrastrada por la caída en marcas emblemáticas como General Motors, Mazda y Volkswagen, que enfrentan problemas de reconfiguración productiva, ajustes de inventarios y una demanda externa debilitada. El repunte en firmas como Toyota o Nissan fue insuficiente para revertir la tendencia general.

México continúa ensamblando menos vehículos que el año pasado, exportando a menor ritmo y con una balanza cada vez más dependiente del mercado estadounidense, que absorbe casi ocho de cada diez unidades enviadas al exterior. La caída productiva, en un sector tan importante para el empleo formal y las exportaciones manufactureras, evidencia la dependencia de esta actividad en lo que suceda en el resto del mundo, dada la falta de políticas públicas en México que se traduzcan en apoyos, incentivos fiscales y un entorno regulatorio menos adverso.

Inflación

A este panorama de debilidad productiva se suma un frente igual de delicado: la inflación crónica. La  inflación general repuntó a 3.76% anual en septiembre de 2025, y el desglose del INPC muestra señales preocupantes que el Banco de México parece pasar por alto. La inflación subyacente, que refleja la tendencia estructural de los precios, se mantiene elevada en 4.28%, impulsada por incrementos sostenidos en mercancías alimenticias y servicios. Este comportamiento revela que los precios que más afectan al bolsillo de los hogares —como alimentos, vivienda, colegiaturas y restaurantes— siguen creciendo por encima del promedio general. La aparente “estabilidad” de la inflación es, en realidad, el resultado de una baja temporal en los precios agropecuarios y energéticos, no de un control sostenido de los factores estructurales que la impulsan.

Además, el contraste entre la moderación del índice general y el incremento persistente en los servicios y productos básicos refleja un deterioro del poder adquisitivo real. Sectores como educación, salud y alimentos procesados mantienen alzas superiores al 5%, mientras que los servicios de vivienda, restauración y cuidado personal también muestran incrementos relevantes. En otras palabras, la inflación se ha “movido” hacia rubros ineludibles, afectando más a las familias de ingresos medios y bajos. Mientras tanto, el Banxico presume cifras controladas, sin reconocer que detrás de la aparente estabilidad se esconde una pérdida constante del bienestar cotidiano. El país no enfrenta ya un problema de precios volátiles, sino uno mucho más profundo porque la inflación es estructural y persistente, lo que erosiona la capacidad de consumo en una economía que, además, no crece.

Expectativas económicas: señales de estancamiento y riesgos inflacionarios

En este contexto, el 7 de octubre se publicó la Encuesta Citibanamex de Expectativas, la cual confirma el deterioro del panorama económico nacional y una creciente percepción de fragilidad estructural. Los analistas del sector financiero anticipan un crecimiento mínimo para 2025 y apenas moderado para 2026, al tiempo que se mantienen alertas ante presiones inflacionarias y un entorno de política monetaria más laxo.

Crecimiento económico: nulo impulso en 2025 y tibia recuperación en 2026: Las proyecciones de los analistas ubican el crecimiento del PIB en 2025 en apenas 0.5%, con estimaciones que van desde un -0.1% hasta un 1.0%, reflejando la incertidumbre generalizada sobre la capacidad de la economía mexicana para salir del estancamiento. Para 2026, el consenso se eleva ligeramente a 1.3%, con un rango entre 0.5% y 1.9%, lo que sugiere una recuperación débil y sin motores claros de expansión. Este escenario apunta a una economía que seguirá atrapada en la debilidad industrial, la falta de inversión pública y el desgaste del consumo interno.

Inflación: riesgos estructurales en el horizonte:  En materia de precios, los analistas prevén que la inflación general cierre 2025 en 3.92%, y 2026 en 3.82%, cifras que en apariencia se encuentran dentro del rango objetivo de Banxico, pero esconden un riesgo relevante: la posibilidad de un repunte inflacionario si los aranceles que México impondrá a casi 1,500 fracciones arancelarias aplican sobre bienes que el país no produce internamente.

En ese caso, el efecto sería claramente inflacionario, al encarecer desde insumos hasta productos de consumo final importados, que impactan directamente los precios al consumidor. A ello se suma la expectativa de nuevos recortes en la tasa de interés de referencia, actualmente en 7.50%, que podría bajar a 7.00% al cierre de 2025 y hasta 6.00% en 2026, lo cual, si bien en teoría apoya un mayor crecimiento económico, seguirá debilitando el anclaje de expectativas inflacionarias en un entorno de riesgos externos y fiscales al alza.

Tipo de cambio: estabilidad aparente con sesgo de depreciación: El consenso de mercado proyecta un tipo de cambio promedio de 18.96 pesos por dólar para 2025, dentro de un rango que va de 18.00 a 20.55, y de 19.43 pesos para 2026, con estimaciones que fluctúan entre 17.10 y 20.64 pesos. Estas cifras reflejan una expectativa de ligera depreciación del peso mexicano hacia el próximo año, en línea con la posible relajación monetaria de Banxico, la volatilidad global por los nuevos aranceles de Estados Unidos y México, y la incertidumbre sobre la revisión del T-MEC en 2026.

Conclusión

Los indicadores más recientes nos proporcionan la imagen de un país que sigue por la senda de crecimiento mínimo, inflación estructural y confianza cada vez más baja. México no enfrenta una crisis súbita, sino el resultado de 7 años de políticas públicas equivocadas, que han generado un agotamiento de su modelo económico, donde la estabilidad superficial oculta una pérdida sostenida de dinamismo, productividad e inversión.

La industria no despega, el consumo se ha frenado y los hogares ajustan sus expectativas ante un entorno incierto. Mientras tanto, el gobierno presume estabilidad macroeconómica, pero carece de una estrategia integral para reactivar la producción y fortalecer el mercado interno. La encuesta Citibanamex confirma que ni los analistas ni los consumidores prevén un cambio de rumbo: el país seguirá creciendo poco, con precios que siguen presionando y un tipo de cambio que refleja más la debilidad del dólar que confianza en México.

A ello se suma un nuevo foco de nerviosismo institucional: la iniciativa de reforma a la Ley de Amparo, que ha encendido alertas entre inversionistas, empresarios y analistas por su potencial para debilitar el Estado de derecho y aumentar la incertidumbre jurídica. Este clima de desconfianza no solo afecta la economía presente, sino que mina las perspectivas futuras de inversión, productividad y empleo, justo cuando el país más necesita certidumbre.

Si 2025 termina siendo un año sin impulso, 2026 podría definir si México logra reconstruir su base productiva o se resigna a otro ciclo de estancamiento prolongado. La diferencia dependerá de si el país decide finalmente pasar del discurso a las políticas que devuelvan dirección, certidumbre y visión de futuro a su economía.

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Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com