México y la Guerra Comercial: Implicaciones de Aumentar Aranceles

México se encuentra en un momento por demás importante en materia de política comercial. La propuesta de elevar hasta 50% los aranceles a 1,463 fracciones arancelarias (entre las que destacan los automóviles), a países con los que no existen tratados de libre comercio —entre ellos China, Corea del Sur, Brasil, Argentina, Turquía, Rusia, Tailandia e Indonesia— ha desatado un debate de alcance internacional.

México se encuentra en un momento por demás importante en materia de política comercial. La propuesta de elevar hasta 50% los aranceles a 1,463 fracciones arancelarias (entre las que destacan los automóviles), a países con los que no existen tratados de libre comercio —entre ellos China, Corea del Sur, Brasil, Argentina, Turquía, Rusia, Tailandia e Indonesia— ha desatado un debate de alcance internacional.

El propio gobierno ha defendido la iniciativa como parte del Plan México, orientada a impulsar a la industria nacional, sustituir importaciones asiáticas, fortalecer la balanza comercial y salvaguardar miles de empleos. En esa línea, el gobierno federal ha enfatizado que la medida busca proteger alrededor de 325 mil puestos de trabajo que actualmente se encuentran en riesgo en sectores estratégicos, además de detonar la creación de nuevas plazas mediante la sustitución de importaciones. La medida busca principalmente resguardar el mercado interno frente a la avalancha de importaciones provenientes de China que llegan a precios de dumping, producto de una sobrecapacidad estructural en la economía china.

El tema no es menor. De su resolución depende la salud de sectores como el automotriz, el siderúrgico, el textil, el calzado, los electrodomésticos, entre muchos otros; así como la estabilidad del empleo formal en México. La respuesta de Beijing, cargada de advertencias, contrasta con el tono diplomático del gobierno mexicano que, encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, insiste en que se trata de medidas legítimas bajo la Organización Mundial del Comercio (OMC) y no dirigidas contra ningún país en particular.

En este contexto, México enfrenta el dilema de cómo equilibrar sus relaciones con China, bajo creciente presión de Estados Unidos, y al mismo tiempo consolidar un modelo de desarrollo industrial propio que ponga al empleo y a la soberanía productiva en el centro.

El dilema entre Beijing y México: advertencias, diplomacia y firmeza

China reaccionó con firmeza a los anuncios del gobierno mexicano. Su Ministerio de Comercio advirtió que cualquier aumento unilateral de aranceles sería considerado una concesión al “unilateralismo” y prometió medidas de represalia. Argumentó que México estaría cediendo a la presión de Estados Unidos y sentando un precedente negativo para el comercio global. No obstante, detrás de la retórica, el trasfondo es claro ya que la industria china arrastra una creciente sobrecapacidad que le obliga a inundar mercados externos con productos a precios subvaluados.

El sector automotriz es el ejemplo más visible. Hoy, uno de cada cinco autos nuevos vendidos en México proviene de China, desplazando producción local y amenazando la atracción de inversiones en un sector por demás importante para el empleo. Y no se trata solo de autos, también en sectores como acero, textiles, calzado, juguetes y electrodomésticos han sufrido la competencia desleal de importaciones que distorsionan precios y arrasan con cadenas de valor nacionales.

Ante ello, la presidenta Sheinbaum recalcó que las medidas no son coercitivas ni violatorias de la OMC, y que México desea mantener una buena relación con Beijing. En paralelo, Ebrard puntualizó que el arancel de hasta el 50% llevará las tarifas al máximo permitido por la OMC, precisamente para impedir la entrada de productos con precios sumamente bajos, lo que desincentiva la inversión en México. La diplomacia mexicana busca suavizar las tensiones, pero sin renunciar a la defensa de la industria nacional y del mercado interno.

Dumping y sobrecapacidad: el trasfondo estructural

La raíz del conflicto radica en el modelo productivo chino. Durante décadas, Beijing ha impulsado su industria mediante subsidios estatales y expansiones de capacidad muy superiores a la demanda interna. Este exceso se vuelca en mercados externos con precios por debajo de los internacionales, práctica que constituye dumping.

Para México, el fenómeno no es ajeno. El acero, el calzado, los textiles y hoy los automóviles se han visto afectados, provocando pérdidas de competitividad y destrucción de empleos formales. Frente a este escenario, los aranceles no son una medida proteccionista ciega, sino una herramienta de política industrial para nivelar el terreno de juego y preservar la base productiva del país.

Además de proteger a la industria nacional, los aranceles también tienen un efecto fiscal inmediato. Se espera que el impuesto general de importación pase de 181.1 mil millones de pesos recaudados en 2025 a 254.8 mil millones en 2026, lo que implica un incremento de 40.7% en la recaudación por aranceles. Este aumento fortalece las finanzas públicas y brinda margen para financiar infraestructura, innovación y políticas productivas.

El verdadero debate no es si los consumidores pagarán más caros algunos bienes importados, sino si México puede sostener un modelo de desarrollo basado en importaciones baratas a costa de sacrificar su estructura productiva y la pauperización del empleo. En un país con alta informalidad y salarios bajos, la pérdida de empleos manufactureros formales representa un enorme riesgo social y económico.

México entre dos gigantes: geopolítica y visión nacionalista

Pero más allá del terreno económico y fiscal, el choque con China tiene un trasfondo geopolítico inevitable.

La relación comercial con China no puede separarse de la geopolítica. Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, ha presionado a México para endurecer su postura frente a las importaciones chinas. Considerando que cerca del 80% de las exportaciones mexicanas tienen como destino el mercado estadounidense, ignorar esa presión sería más riesgoso que enfrentar posibles represalias de Beijing que nos compra apenas 11 mil millones de dólares al año.

Pero un enfoque nacionalista obliga a mirar más allá de Washington. México no puede ser solo un engranaje en la estrategia estadounidense; debe diseñar su política comercial a partir de sus propios intereses y con ello me refiero a la defensa del empleo, el fortalecimiento de las cadenas de valor, la atracción de inversión productiva y la consolidación de un modelo industrial soberano.

La incógnita ahora es cómo responderá Beijing. Si aplica sanciones selectivas contra productos mexicanos, buscará enviar un mensaje disuasivo a otros países que estén pensando en hacer lo mismo. Si su respuesta es tibia, abrirá la puerta a que otras economías adopten medidas similares. En cualquier caso, México debe sostener con firmeza su postura en los foros internacionales y aprovechar los aranceles como palanca para detonar inversión y consolidar el “Plan México” como proyecto de industrialización de largo plazo.

Conclusiones

El choque comercial con China marca un punto de inflexión para México. La diplomacia será indispensable, pero más aún lo será la determinación de proteger a la industria nacional y al empleo frente a prácticas depredatorias que, bajo el disfraz de la libre competencia, amenazan la estabilidad económica del país.

México debe enviar un mensaje inequívoco en el sentido de que no está dispuesto a sacrificar su base industrial ni el futuro de sus trabajadores en nombre de importaciones baratas. Los aranceles, lejos de ser un muro proteccionista, deben entenderse como un instrumento legítimo de política industrial que garantice cancha pareja para competir, un comercio justo y que impulse la competitividad nacional.
Además, su efecto no se limita a lo productivo ya que tan solo en 2026 la recaudación crecerá 40.7% respecto al año previo, fortaleciendo las finanzas públicas y generando recursos estratégicos para inversión e innovación.

El reto es enorme, pero también la oportunidad. México debe demostrar que es capaz de defender su soberanía productiva en un mundo marcado por la rivalidad entre gigantes. Proteger el empleo y la industria es, en última instancia, proteger el futuro de la nación.

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Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

alejandro@gaeap.com

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