Durante siglos, la plata mexicana fue el verdadero dólar del mundo. Desde las minas de Zacatecas y Guanajuato hasta los mercados de Cantón en China, millones de monedas acuñadas en la Nueva España circularon como medio de pago aceptado en Asia, Europa y América. El célebre Galeón de Manila conectaba Acapulco con Filipinas, llevando plata mexicana a cambio de especias, sedas y porcelanas orientales. En China, el real de a ocho se convirtió en moneda de curso casi obligatorio, y en muchos casos, más confiable que el dinero local. Ese convirtió en la moneda más confiable y ampliamente utilizada, incluso por encima del dinero local. Este pasado nos recuerda que la plata no es sólo un metal, sino una forma probada de dinero global, profundamente arraigada en la historia económica de México y del mundo.
Hoy, mientras el sistema financiero internacional muestra preocupantes señales de deterioro, esa historia cobra nueva relevancia.
Y es que cuando el dinero fiduciario acumula años ininterrumpidos de pérdida de valor, cuando los bancos centrales pierden credibilidad por su falta de disciplina y los gobiernos estiran su capacidad de endeudamiento con un gasto público que llevan hasta el límite, la historia nos recuerda una verdad ineludible: en tiempos de caos, lo tangible se vuelve importante. Y en ese escenario de reajuste, la plata —por siglos utilizada como moneda y hoy subestimada por los mercados financieros— podría recuperar el lugar que la modernidad le arrebató.
He citado antes a Doug Casey, veterano inversionista y crítico del sistema financiero que hoy vuelve a ser relevante porque nos ofrece una visión que se debe tomar en cuenta: la plata no es sólo un metal industrial ni un residuo nostálgico de un pasado monetario. Es una herramienta de supervivencia financiera. Y frente al desorden fiscal que se gesta en Estados Unidos, otras economías desarrolladas y otras en desarrollo, como la mexicana, ese resurgimiento podría ser inminente.
¿Qué hace valioso al dinero?
En un entorno donde la inflación erosiona el poder adquisitivo y la emisión monetaria sin respaldo genera desconfianza, estos seis atributos del dinero cobran nueva relevancia:
- Durabilidad
- Divisibilidad
- Comodidad de uso
- Consistencia
- Valor intrínseco
- Oferta limitada
A lo largo de la historia, el oro ha ocupado el primer lugar como dinero por cumplir perfectamente estos requisitos. Pero la plata siempre ha estado justo detrás, funcionando como una forma práctica de intercambio para transacciones cotidianas. Por eso, mientras el oro servía para grandes pagos y acumulación de riqueza, la plata era el medio de intercambio natural para el ciudadano común. Puede volver a serlo.
A diferencia del papel moneda, que los gobiernos pueden imprimir a voluntad —diluido cada vez más con la emisión interminable de dinero de papel-, o de las criptomonedas, cuyo valor se sostiene en algoritmos y una confianza digital que aún es frágil en tiempos de crisis, la plata es material. Tiene un respaldo físico, real, palpable. No depende de bancos centrales, ni de consensos digitales, ni de decisiones políticas. Está ahí, en la mano, con peso histórico y demanda industrial creciente. Y ese carácter tangible adquiere relevancia ahora que el sistema financiero global empieza a fallar por el exceso de deuda monetizada. Cuando las monedas se deprecian por la inflación, cuando los precios de los activos se inflan artificialmente, cuando la confianza se merma, lo que no puede imprimirse ni programarse en computadora vuelve a tener valor. Es así que la plata no es sólo un refugio: es una declaración de autonomía contra un sistema del cual no podemos tener garantías.

La relación histórica oro-plata y su tendencia estructural
Uno de los argumentos más sugerentes de Doug Casey es cómo la relación entre el oro y la plata ha evolucionado con el tiempo. En el Antiguo Egipto, un gramo de oro equivalía a tres de plata. En Roma, el oro valía doce veces más. Durante el inicio del sistema monetario estadounidense, la paridad era de 17.5 a 1.
Hoy, esa relación es cercana a 100 a 1. Es decir, el mercado valora el oro 100 veces más que la plata, a pesar de que sólo hay una décima parte más de plata en circulación anual. Este desfase podría interpretarse como una señal de que la plata está terriblemente subvaluada frente a su potencial real.
Y aquí entra una de las ideas más importantes del análisis de Casey: si la demanda de activos tangibles se dispara en una crisis monetaria, como ha ocurrido en muchas etapas de la historia, la plata tiene mucho más espacio para revalorizarse en términos relativos que el oro.
El factor escasez: plata que desaparece, oro que se acumula
Un punto que pasa desapercibido en muchas discusiones financieras es el destino final de ambos metales. Del oro, más del 95% de todo el que se ha extraído sigue existiendo: almacenado en bóvedas, bancos centrales o joyerías. Su función es principalmente patrimonial.
La plata, en cambio, se consume. Se utiliza en electrónica, medicina, energía solar, baterías, microchips, nanotecnología y más. Aunque se recicla una parte, la mayoría termina dispersa en productos que no regresan fácilmente al mercado. Y eso crea una diferencia estructural: la oferta de plata se reduce año con año, mientras que la del oro, en gran medida, se conserva.
Hoy se extraen unos 850 millones de onzas de plata al año, y se reciclan unas 150 millones adicionales. Pero desde 2019, la demanda supera la oferta: cada año se “pierden” unas 150 millones de onzas de los inventarios. Y sin nuevos descubrimientos significativos, el desequilibrio podría agravarse.
Esta presión sobre los inventarios se refleja también en los precios. Tan solo en lo que va de 2025, la plata ha subido 23%, alcanzando su nivel más alto en 13 años, con futuros cotizando arriba de los 35 dólares por onza. Parte de este impulso proviene del auge en la fabricación de paneles solares —especialmente en China— y del renovado interés de inversionistas que buscan protección frente a la incertidumbre monetaria. Incluso bancos como Bank of America ya recomiendan a sus clientes acumular plata, ante el ajuste en los niveles de producción y la explosión de la demanda industrial. Aunque el consumo de plata por gigavatio solar ha disminuido desde 2020, el crecimiento exponencial del sector compensa con creces esa eficiencia.

La plata como metal estratégico: el oro de la era digital
Doug Casey también resalta una dimensión que suele ignorarse en el análisis económico: la funcionalidad tecnológica de la plata. En la tabla periódica, la plata ocupa un lugar intermedio entre el cobre y el oro, y con ellos comparte una serie de propiedades únicas.
Es el mejor conductor eléctrico del planeta y el metal más reflectante. Su resistencia a la corrosión lo vuelve ideal para componentes sensibles. Estas características hacen que la plata no solo sea deseada por inversores conservadores, sino por industrias de punta, desde paneles solares hasta equipos médicos de última generación.
Así como el petróleo fue el “recurso estratégico” del siglo XX, la plata bien podría ser uno de los pilares materiales del siglo XXI. Por eso, aunque su rol monetario ha disminuido formalmente, su valor real se ha multiplicado silenciosamente.
El nuevo desorden monetario: inflación, deuda y pérdida de confianza
Pero el punto medular del argumento de Casey es otro: el sistema monetario actual está entrando en una crisis estructural. La causa, según él, es clara: el exceso de emisión monetaria, el elevado gasto del gobierno estadounidense y por lo tanto la creación artificial de dinero sin respaldo.
Este fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos. En México, el deterioro de las finanzas públicas ha seguido una ruta similar: deuda creciente, poco impacto económico y un futuro fiscal comprometido.
En el año 2000, el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP) era de apenas 2 billones de pesos. Hoy rebasa los 17.5 billones y podría cerrar 2025 en 18.59 billones, según los Precriterios de Política Económica. Es un aumento de 8 billones desde 2018, sin que exista un salto equivalente en infraestructura o bienestar estructural.
Y no es sólo la cantidad de deuda: también su costo. De enero a abril de 2025, México ha pagado más de 390 mil millones de pesos en intereses y comisiones. Eso equivale a más de 3 mil 200 millones diarios. A este ritmo, el país destinará más de 1.3 billones de pesos solo al costo financiero este año.
Lo más alarmante: este incremento ocurre a pesar de la baja en tasas de interés por parte de Banxico. Es decir, el peso de la deuda ya no se explica por las condiciones del mercado, sino por el volumen que se ha acumulado. Una economía con crecimiento estancado, deuda creciente y productividad deprimida no puede sostener por mucho tiempo la confianza en su moneda. Ahí es donde lo tangible —como la plata— cobra sentido.

¿Dónde está la oportunidad?
Desde el punto de vista de inversión todo indica que la plata está subvalorada y subatendida. No hay fondos institucionales persiguiéndola. No hay asesores recomendándola activamente. La mayoría de empresas mineras de plata son relativamente pequeñas y poco cubiertas por el mercado.
Y, sin embargo, si la plata sube de $30 a $100 o más —como Casey prevé en un escenario de crisis—, el rendimiento porcentual de las acciones de estas empresas puede ser explosivo. Es el tipo de oportunidad que no aparece en los titulares financieros… hasta que ya es tarde.
Él recuerda el auge de los años 60-70, cuando acciones que valían centavos ligadas a la plata se multiplicaron por cien o mil. Ese fenómeno, poco recordado hoy, podría volver en una economía que busca desesperadamente activos reales.
Conclusión: una advertencia y una oportunidad
La plata no es una reliquia. Tampoco es sólo un metal industrial. Es una forma real y tangible de dinero, especialmente útil cuando el sistema basado en deuda y promesas de pago muestra evidentes signos de debilidad.
Tener plata —monedas físicas, no ETFs— no es especulación. Es protección. Es tener en la mano algo que no depende del buen comportamiento de gobiernos ni bancos centrales. Es un seguro contra lo que viene.
Y ese “lo que viene” ya no es una hipótesis. En países como México, la factura ya llegó: más deuda, más intereses y menos resultados. El costo financiero de la deuda pública se ha vuelto una carga diaria de miles de millones de pesos que no construyen nada. El espacio fiscal se estrecha, el crecimiento está en pausa, el banco central aumenta la base monetaria a un ritmo mucho mayor que el crecimiento económico (más del 10% a tasa anual ahora en día) y la confianza se erosiona.
La plata, en este entorno, no es una moda ni una apuesta. Es una forma de salvaguarda frente a un sistema que promete más de lo que puede cumplir.
Doug Casey lo dice sin rodeos: “Todos deberían tener al menos 100 onzas de plata. Si puedes, guarda unas miles. Cuando el dinero digital falle, cuando el dólar pierda valor, lo real será lo único que importe”.
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Alejandro Gómez Tamez*
Director General GAEAP*
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