México en pausa: la economía que el gobierno no quiere ver

La economía mexicana está estancada, la inversión se desploma por falta de confianza, el empleo se debilita y el Banco de México recorta una vez más sus proyecciones de crecimiento económico para el 2025.

La economía mexicana está estancada, la inversión se desploma por falta de confianza, el empleo se debilita y el Banco de México recorta una vez más sus proyecciones de crecimiento económico para el 2025. Y mientras todo esto ocurre, la presidenta Claudia Sheinbaum responde con una frase ya conocida en los pasillos del poder: “Nos interesa por encima de todo el bienestar del pueblo”.

Con esa declaración, pretende calmar el nerviosismo económico y justificar la inacción estructural, como si el bienestar pudiera sostenerse sólo con discursos populistas, sin crecimiento, sin inversión y sin creación de empleos formales. En un país que apenas crecerá 0.1% —y con riesgo real de caer en terreno negativo—, la respuesta del gobierno es repetir mantras ideológicos: programas sociales, aumentos salariales por decreto, recorte de la jornada laboral y un “Plan México” cuya única evidencia hasta ahora es un eslogan. Más plan de propaganda que de desarrollo.

Así, mientras los técnicos de Banxico advierten sobre la atonía económica, inflación persistente y riesgo de contracción, el Ejecutivo responde desde la Mañanera del Pueblo con propaganda y placebo. Y lo más grave: lo hace en medio de un entorno en el que la incertidumbre jurídica y el desmantelamiento del Poder Judicial disuaden cualquier intento serio de inversión productiva.

Lo que sigue es el retrato de una economía que ha perdido el rumbo y de un gobierno que prefiere mirar para otro lado.

Estancamiento maquillado

En su recientemente publicado Informe Trimestral, el Banco de México redujo a 0.1% su estimación puntual de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para 2025. Sí, prácticamente cero crecimiento, un número que en cualquier economía con gente verdaderamente preocupada por su estabilidad, sería interpretado como señal inequívoca de alerta. Pero aquí, desde el poder, se evita el término “recesión” como parte del circo de cifras a modo que se presentan todos los días.

Y aunque el rango de crecimiento proyectado por Banxico para este año va desde -0.5% hasta 0.7%, la narrativa oficial insiste en hablar de “atonía”, no de contracción. Esta obstinación semántica no cambia el hecho de que la economía mexicana hoy se encuentra prácticamente inmóvil y en franca contracción en algunos sectores productivos.

El propio subgobernador Jonathan Heath lo dijo sin ambages: “La economía está estancada… y aparentemente puede seguir así por un rato”. Lo grave no es solo la falta de crecimiento, sino la falta de motores internos que permitan anticipar una reversión. Sin inversión productiva, sin una fuerza que impulse el consumo, con un gobierno en medio de un desastre fiscal de proporciones épicas y sin certidumbre legal, el pronóstico no puede ser más que sombrío.

Empleo: la otra cara del colapso

En su Informe Trimestral, Banxico también recortó dramáticamente sus proyecciones de creación de empleo formal. Para 2025, se anticipan entre 110 mil y 290 mil nuevos puestos de trabajo, una cifra ridículamente baja para una economía que presume generar oportunidades. A este ritmo, no se logran generar los nuevos empleos de calidad para una población joven que sigue entrando al mercado laboral.

Peor aún, si se observa el comportamiento del empleo formal afiliado al IMSS, al mes de abril ni siquiera se había alcanzado la mitad del rango bajo proyectado. Los datos oficiales muestran que entre abril de 2024 y abril de 2025, solo se crearon 43,466 empleos formales, y tan solo en el último mes disponible, se perdieron 47,422 plazas. Si la tendencia continúa, no solo no habrá crecimiento neto, sino que podríamos cerrar el año con una pérdida de hasta 250 mil empleos formales.

La consecuencia es obvia: menos empleo significa menos ingreso disponible para las familias, menos consumo y menos crecimiento. Y en el mercado laboral total (formal e informal), la situación tampoco es alentadora: según el INEGI, la población ocupada alcanzó 59.9 millones de personas en abril de 2025, apenas 88 mil más que hace un año, lo que equivale a un crecimiento anual marginal en un país con más de 127 millones de habitantes.

¿Y la inflación? Otro frente perdido

Mientras tanto, el gobierno y su brazo monetario, Banxico, enfrentan un nuevo repunte inflacionario. En la primera quincena de mayo, la inflación general alcanzó el 4.22%, superando nuevamente el rango objetivo de 3% +/- un punto porcentual. Y lo peor: el problema no parece estar bajo control.

Los subgobernadores del banco central lo han dicho abiertamente: la inseguridad, el bajo nivel de competencia en ciertos sectores, los altos costos de transporte y el poder de mercado de ciertas empresas están distorsionando los precios y complicando la capacidad del banco central para cumplir con su mandato constitucional.

Esto no es un fenómeno monetario clásico. Es un fenómeno estructural y político. ¿Cómo se puede contener la inflación en un país donde el crimen organizado controla regiones enteras, donde los monopolios siguen impunes y donde el gobierno ha renunciado a aplicar políticas de competencia efectiva?

El espejismo fiscal y el colapso de la inversión

Banxico también advirtió que la consolidación fiscal del gobierno —es decir, la reducción del gasto público— podría estar golpeando más de lo previsto a la economía. El recorte del gasto público, lejos de generar confianza al disminuir el tamaño del déficit fiscal de este año a 4% del PIB, está deteriorando la actividad económica al debilitar la inversión pública y el consumo estatal, dos de los pocos motores de crecimiento que quedaban activos.

A esto se suma el desplome de -7.3% en las importaciones de bienes de capital (maquinaria, equipo) en el primer trimestre de este año, lo que confirma la parálisis de la inversión privada. Nadie invierte cuando el entorno está plagado de incertidumbre, violencia, cambios regulatorios arbitrarios y señales contradictorias desde el gobierno.

Y ahora, a esa ya preocupante falta de confianza, se le suma la materialización de la reforma judicial que aniquila la independencia del Poder Judicial. En un país donde los jueces serán elegidos este 1 de junio por voto popular bajo control del Ejecutivo, en un proceso plagado de irregularidades, la certidumbre legal desaparece. Ya no importará quién tiene la razón jurídica, sino quién tiene el respaldo del gobierno… o el dinero para cabildear con el juez.

Esto genera un escenario peligrosísimo para la inversión nacional y extranjera: las decisiones empresariales se posponen, los litigios se vuelven inciertos y el Estado de derecho deja de ser una garantía. En términos simples, los juicios ya no los ganará quien tenga la ley de su lado, sino quien tenga el poder o los recursos para influir en el juzgador. Y así, cualquier estrategia de reactivación económica nace muerta.

Trump, aranceles e incertidumbre internacional

Como si el escenario interno no fuera suficientemente grave, el entorno internacional tampoco ayuda. El desorden comercial provocado por la política arancelaria errática de Donald Trump —que va y viene con la misma lógica que un tuit impulsivo— ha metido ruido adicional a las cadenas de valor en las que México participa.

Los expertos de Banxico reconocen que la incertidumbre externa está posponiendo decisiones de inversión, tanto extranjeras como nacionales. Las exportaciones mexicanas, si bien han mostrado cierta resiliencia creciendo 4.5% anual en los primeros cuatro meses de este año, no serán suficientes para evitar un impacto si se intensifican las barreras comerciales o si la economía estadounidense entra en una fase de menor dinamismo, lo cual seguramente sucederá.

El gran ausente: el gobierno federal

Lo más preocupante de todo esto es el vacío estratégico del gobierno. Frente a un entorno de estancamiento, inflación persistente, estancamiento del empleo formal y derrumbe de la inversión productiva, el Ejecutivo ha optado por negar, maquillar y desviar la conversación hacia cualquier clase de tema como la obesidad infantil.

La Secretaría de Hacienda sigue proyectando cifras irreales de crecimiento y empleo (1.5% a 2.3% según los Pre Criterios 2026) y la narrativa presidencial insiste en que “vamos bien” sin presentar un solo dato que lo respalde. La negación de la realidad y los “otros datos” siguen siendo política de Estado.

Y como si los datos de Banxico no fueran suficientemente contundentes, la presidenta Claudia Sheinbaum respondió al recorte del PIB asegurando —con total solemnidad— que su prioridad es “el bienestar del pueblo”. No el crecimiento, no el empleo, no la inversión productiva. El bienestar. ¿Cómo se logra ese bienestar? Según su nuevo decálogo económico: con programas sociales garantizados, aumentos al salario mínimo y un vago “Plan México” que supuestamente reactivará polos industriales.

Es decir: a falta de crecimiento real, se apuesta por repetir fórmulas mágicas. Como si subir salarios por decreto compensara la falta de empleos; como si entregar apoyos sociales y pensiones que nos cuestan 2.16 billones de pesos este año resolviera el estancamiento estructural; como si realizar “anuncios” de inversión fuera lo mismo que crear condiciones para que realmente llegue.

Mientras la economía se estanca, el gobierno se abraza a su ideología y se felicita a sí mismo por repartir dinero ajeno. El problema es que esa fantasía no se sostiene eternamente. Y cuando llegue la factura —que ya empieza a llegar en forma de inflación, desempleo y falta de crecimiento económico—, no habrá programa social que pueda tapar el hueco que dejó la incompetencia.

Conclusión: una dosis de realidad

El recorte del pronóstico de Banxico no es solo un ajuste técnico: es una llamada de emergencia. Es un recordatorio de que la economía mexicana está en pausa, que el modelo actual no está funcionando y que el país necesita un giro profundo en su conducción económica.

Pero mientras desde Palacio Nacional se siga gobernando con ideología en lugar de con datos, seguiremos atrapados en una economía sin crecimiento, sin inversión, sin empleos… y ahora también sin justicia.

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Alejandro Gómez Tamez*

Director General GAEAP*

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