Los más recientes indicadores de la economía mexicana refuerzan la idea de que estamos transitando por un escenario cada vez más complejo y preocupante. Las señales de un debilitamiento persistente en la actividad industrial y manufacturera, sumadas a un marcado deterioro en el consumo privado y de las expectativas de crecimiento, dan cuenta de un panorama de estancamiento económico que, de no corregirse, podría acabar en una recesión en 2025 y tal vez en 2026.
Durante la semana que recién concluye el INEGI dio a conocer una serie de indicadores y desafortunadamente la enorme mayoría fueron negativos. El primer foco rojo lo vemos en el Indicador Mensual de la Actividad Industrial (IMAI), que muestra que durante enero de 2025, con cifras desestacionalizadas, la actividad industrial cayó 0.4% en comparación con diciembre. Pero más preocupante aún es la caída anual de 2.8%, una cifra que no deja lugar a dudas sobre la debilidad estructural que enfrenta la industria.

Por componentes, los datos no son menos alarmantes:
- Minería (básicamente extracción de petróleo): registró una contracción mensual de 1.8% y una fuerte caída anual de 8.6%.
- Electricidad, gas y agua: cayó 0.8% en el mes, aunque creció 1.0% anual.
- Industrias manufactureras: disminuyeron 0.3% mensual y 0.9% anual.
- Construcción: presentó una leve alza mensual de 0.1%, pero a tasa anual el sector se desplomó 6.4%.
Estas cifras confirman que la industria mexicana se encuentra en un proceso de contracción sostenido, y no hay ningún sector de actividad industrial que pueda compensar las pérdidas de los otros, cómo al principio de 2024 cuando el sector construcción jalaba hacía arriba a la industria en general. Ahora vemos que la construcción y la minería, dos motores tradicionales de la actividad industrial, están particularmente afectadas por las políticas públicas del gobierno federal.

El segundo foco rojo lo vemos con los resultados de la Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera (EMIM) para enero de 2025. Cómo se anticipaba con la publicación del IMAI, la producción manufacturera cayó 0.4% mensual y 1.9% en términos anuales. La falta de dinamismo productivo pone en evidencia la debilidad de este sector, pilar de las exportaciones y de la generación de empleo formal.
El tercer foco rojo lo vemos con el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) que da cuenta de que la tendencia negativa se extiende a la economía en su conjunto. El INEGI anticipa que en febrero de 2025 el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) registrará una caída anual de 0.7%, que de concretarse, significaría el mayor retroceso de este indicador en cuatro años.
El desplome es impulsado por la contracción estimada de 2.1% en las actividades secundarias (industria y manufactura), que acumularían seis meses consecutivos en terreno negativo. Por su parte, las actividades terciarias (comercio y servicios) apenas lograrían un crecimiento de 0.4% anual, su menor avance en casi tres años.
A tasa mensual, el IOAE prevé un tenue avance de 0.2% en la economía respecto a enero de este mismo año, lo que apenas maquillaría el golpe anual.
El cuarto foco rojo es que de acuerdo con el INEGI, el consumo privado habría caído en febrero casi 2%, lo que representa la mayor contracción en mucho tiempo, excluyendo el periodo de confinamiento por la pandemia. Este retroceso del segundo mes de 2025 no es un dato aislado: en diciembre también hubo números negativos y si revisamos los últimos seis meses (hasta febrero), el consumo apenas muestra un crecimiento mínimo, pero si nos concentramos en los primeros cinco meses de la actual administración, el saldo es negativo con una contracción de -0.2%.
Es en este contexto de datos negativos que los analistas participantes en la Encuesta Citi de Expectativas recortaron por tercera ocasión consecutiva el pronóstico de crecimiento del PIB de México para 2025. Ahora se estima un avance de apenas 0.6%, que desde mi punto de vista sigue siendo bastante optimista. Esta expectativa de aumento del PIB de 0.6% está por debajo del 0.8% previo en la encuesta de hace dos semanas. Pero cabe señalar que el rango de estimaciones de los participantes va de 0.0% a 1.3%.
De los participantes, 30 proyectan un crecimiento inferior al 1.0 %, mientras que Banamex, Itaú BBA y UBS prevén un crecimiento nulo. Para 2026, las expectativas también se deterioraron dado que el consenso ajustó el pronóstico a 1.7%, desde el 1.8% previo.
Desde mi punto de vista, la estimación actual de crecimiento de 0.6% se seguirá revisando a la baja, conforme se van publicando más datos económicos y dependiendo de la posible imposición de aranceles por parte de Estados Unidos el próximo 2 de abril. En caso de imponerse estas medidas proteccionistas, el impacto para la economía mexicana será profundamente negativo y estaríamos viendo una contracción del PIB de entre -1% y -2.5%.
Los temores de un deterioro mayor en la economía mexicana no son infundados. Los aranceles que podría imponer Estados Unidos a partir del 2 de abril ya han frenado la inversión en México y causan temor en los consumidores. Y no es para menor, dado que son la mayor amenaza para el comercio exterior, uno de los pocos motores que aún sostienen la economía.
Pero como lo he mencionado en otras entregas, no sólo son las amenazas arancelarias de Estados Unidos lo que nos está frenando. México enfrenta riesgos por la incertidumbre política postelectoral (hay que recordar como Morena y sus aliados han se robaron la mayoría calificada y han destruido los contrapesos que les quedaban con la reforma al Poder Judicial y la desaparición de los organismos autónomos), un impulso fiscal negativo dada la necesidad de recortar el elevado déficit fiscal de 5.9% del PIB en 2024 a 3.9% en 202025, y por la falta de confianza empresarial dado que ahora en cualquier momento las reglas del juego pueden cambiar.
Es mucha la evidencia de que la inversión pública se ha recortado por la necesidad de consolidación fiscal, mientras que la inversión privada está y seguirá inhibida por las dudas internas y externas antes mencionadas.
Otro dato que vale la pena mencionar es que la OCDE también acaba de publicar sus estimaciones de crecimiento de sus países miembros, y en el caso de nuestro país la expectativa es de apenas 0.1% para 2025, sin contar el impacto arancelario. Si se aplicaran esas medidas, su estimación cae a -1.3%. Un escenario que considero optimista, dado que la incertidumbre ya ha generado el efecto negativo sobre México que he comentado líneas arriba.

Para finalizar podemos mencionar que los datos duros no mienten. La economía mexicana enfrenta una tormenta perfecta: desaceleración industrial, debilidad en el consumo, alta incertidumbre política y comercial, y perspectivas de inversión a la baja. La caída anticipada en la actividad económica de febrero y los recortes generalizados en las expectativas de crecimiento para 2025 y 2026 nos permiten anticipar un escenario que en el mejor de los casos será de estancamiento y que es altamente probable que derive en una recesión técnica si no se toman algunas medidas correctivas.
Si el gobierno federal quiere evitar una recesión enfrenta un reto enorme, que no queda claro que quieran emprender. Deben reconstruir la confianza, garantizar un entorno propicio para la inversión y asegurar la estabilidad macroeconómica. Seguramente hay funcionarios en el gobierno que si saben lo que se debe hacer para corregir el rumbo, el gran problema es que algunas figuras clave de Morena, con fuerte ideología de izquierda y que quieren preservar el «legado» del ex presidente, les permitan trabajar y hacer lo correcto. En este contexto, para encubrir sus errores de políticas públicas, no descartemos que en un futuro cercano veamos a algún personaje de muy alto nivel en el gobierno, declarar que los problemas e incertidumbre causada por Donald Trump les cayeron «como anillo al dedo”.
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Alejandro Gómez Tamez*
Director General GAEAP*
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