Amplios sectores manufactureros a nivel mundial están en riesgo al haberse ralentizado la tasa de crecimiento de la economía china, ya que el gigante asiático buscará por todas las maneras posibles inundar al mundo con sus exportaciones, muchas de ellas en condiciones de dumping. El mundo está en riesgo porque China, si bien sigue siendo la segunda mayor economía del planeta, está herida estructuralmente, y difícilmente logrará las tasas de crecimiento económico que requiere para convertirse en la nueva potencia económica global.
En un artículo de Greg Ip, publicado en el Wall Street Journal el pasado 14 de noviembre y titulado “Por qué Xi ya no puede alardear de la economía china”, se nos explica cómo hace dos años, Beijing estaba en ascenso. Ahora el crecimiento de Estados Unidos impresiona a prácticamente todos los analistas, mientras China trata de frenar su caída inmobiliaria y de resolver el severo problema de las deudas de los gobiernos locales.
El artículo comienza mencionando que en 2021, el presidente chino, Xi Jinping, popularizó un eslogan que implicaba el esperado desplazamiento de Estados Unidos como principal potencia económica del mundo: “Oriente está ascendiendo, Occidente está decayendo”.
Ese año, con todo y que ellos la causaron, China había librado en gran medida los estragos de la pandemia de Covid-19 y registró su crecimiento más rápido en una década, mientras que Estados Unidos luchaba contra repetidos brotes de Covid y una creciente inflación. En vísperas de una reunión virtual con el presidente Biden, en una cumbre de Asia Pacífico en el otoño de 2021, Xi fue consagrado formalmente como el líder más poderoso de China en una generación, mientras que Biden todavía trabajaba bajo la sombra del fallido intento de Donald Trump de permanecer ilegalmente en el cargo.
En la víspera de la reunión de Xi y Biden, de este miércoles 15 de noviembre en Woodside, California, en el marco de otra cumbre de Asia Pacífico, esa frase de Xi empezaba a parecer arrogancia. La economía de China está acosada por múltiples desafíos, desde una burbuja inmobiliaria que se desinfla y deudas inmanejables de los gobiernos locales, hasta la caída de la confianza del consumidor y la deflación. Mientras tanto, Estados Unidos acaba de registrar su trimestre más fuerte de crecimiento económico en casi dos años, mientras la inflación disminuye. El Producto Interno Bruto de China, que era 75% del tamaño de Estados Unidos en 2021, había caído al 64% de éste en el tercer trimestre, aproximadamente donde estaba en 2017.
¿Qué pasó en dos años? Los países no cambiaron repentinamente de dirección. Más bien, los problemas escondidos durante mucho tiempo por China salieron a la superficie y las políticas de Xi los han empeorado. Desde luego que China no está literalmente en declive, pero sus aspiraciones de liderar la economía global han retrocedido, tal vez indefinidamente.
De acuerdo con Logan Wright, director de investigación de mercados de China en Rhodium Group, Beijing nunca podrá hacer un reclamo creíble de primacía económica global. El PIB de China podría algún día alcanzar el 90% o incluso el 100% del de Estados Unidos, pero no existe un escenario realista en el que alcance el 150% o el 200%.
El PIB nominal de Estados Unidos se ha visto impulsado recientemente por su mayor inflación, mientras que China ha sufrido de una moneda más débil. No obstante, con el tiempo se convierte en un criterio importante de la capacidad de un país para financiar avances tecnológicos, proyectar poder militar y atraer a otros países como socios.
Sin embargo, el triunfalismo económico estadounidense ahora sería tan prematuro como lo fue el de China en 2021. A corto plazo, es probable que el consumo estadounidense se desacelere, y el crecimiento chino, que parece haberse estabilizado a medida que los consumidores dan señales de vida, aún superará al de Estados Unidos en la próxima década. Más importante aún es que si bien hasta tres cuartas partes de la economía de China enfrentan vientos en contra, la cuarta parte que no los enfrenta, la manufactura, mantendrá a China como una amenaza económica y militar para Occidente en el futuro previsible, incluso si el crecimiento general se volviera mediocre.
El crecimiento del PIB de China, que promedió 10% anual entre 1980 y 2012, siempre estuvo destinado a desacelerarse. Ahora, es una realidad debido al envejecimiento de la población, una menor migración del campo a la ciudad y menores oportunidades de alcanzar a los países más ricos.
Pero la desaceleración ha sido más pronunciada de lo que se esperaba. El Banco Mundial ahora espera que el crecimiento anual de China en los próximos dos años promedie el 4.5%, aproximadamente un punto porcentual más lento de lo que proyectó hace una década. El Fondo Monetario Internacional prevé un crecimiento promedio de sólo el 3.9% durante los próximos cinco años.
Algunos de los problemas de China son una imagen espejo de los problemas de Estados Unidos. El crecimiento chino ha estado impulsado durante mucho tiempo por la inversión física, el de Estados Unidos por el consumo, lo que ha generado la caricatura de chinos previsores y estadounidenses miopes.
En la última década, la fórmula de China llegó al exceso. Durante la crisis financiera mundial de 2007-2009, China lanzó un programa de estímulo masivo dirigido a infraestructura, vivienda y, más tarde, tecnología. Los gobiernos locales y los promotores financiaron esta inversión pidiendo préstamos a los bancos y al público inversionista chino, utilizando nuevos vehículos de financiamiento para sortear las restricciones de endeudamiento impuestas por Beijing. La superficie residencial china casi se duplicó entre 2010 y 2021, superando los 37 metros cuadrados per cápita, igualando la cifra de Gran Bretaña y Francia y el doble de Japón, según los economistas Kenneth Rogoff y Yuanchen Yang.
Mientras que Estados Unidos tiene muy pocas viviendas e infraestructura, China ahora tiene demasiado de ambas. Millones de apartamentos están vacíos. Guizhou, una provincia relativamente pobre, alberga 23 de los 100 puentes más altos del mundo. Según Rogoff y Yang, las vías de tren de alta velocidad están creciendo más del doble de rápido que la cantidad de pasajeros.
Gran parte de la deuda para financiar esa inversión, emitida por desarrolladores y gobiernos locales a bancos chinos o población china, está en peligro de impago. El FMI estima que el 30% de la deuda de los gobiernos locales no es viable. El colapso de los ingresos provenientes de las ventas de tierras y de los impuestos a las empresas ha hundido a los gobiernos locales con enormes déficits. Un informe de August Rhodium, del que Wright es coautor, concluyó que China tiene mucho menos espacio fiscal de lo que ampliamente se cree, para financiar la política industrial, la defensa y su Iniciativa de la Franja y la Ruta que consiste en otorgar préstamos a gobiernos extranjeros para infraestructura.
Uno de los supuestos beneficios del sistema autocrático de China es la capacidad de actuar con decisión, sin restricciones de controles y equilibrios democráticos. Sin embargo, Beijing todavía tiene que actuar decisivamente respecto de las deudas locales y los préstamos bancarios incobrables, transfiriéndolos al balance relativamente saludable del gobierno central.
Pero no, más bien, los está reestructurando poco a poco. Recientemente anunció que pediría prestado el equivalente al 0.8% del PIB para apoyar las finanzas de los gobiernos locales, una pequeña fracción de sus necesidades. Esto sugiere que China podría verse abocada a un atolladero financiero de varios años similar al que atravesó Japón en los años noventa. Por el contrario, cuando la burbuja inmobiliaria estadounidense colapsó en 2007-2008, el gobierno federal se movilizó rápidamente para recapitalizar el sistema bancario.
Al igual que la crisis inmobiliaria, la disminución de la población de China es un problema de evolución lenta que se aceleró repentinamente en los últimos dos años.
En 2017, la tasa de fertilidad, el número de hijos que una mujer podría esperar tener a lo largo de su vida, era de alrededor de 1.6, por debajo del 2.1 necesario para mantener una población estable. Después de haber abandonado su política de hijo único, Beijing proyectó que la fertilidad aumentaría a alrededor de 1.8 entre 2020 y 2030. En cambio, siguió cayendo, hasta 1.1 el año pasado, uno de los más bajos del mundo. No está claro exactamente por qué, pero algunos analistas culpan al creciente pesimismo económico entre las mujeres en edad fértil. Como resultado, la población de China cayó en el 2022 por primera vez desde la década de 1960.
Los problemas de propiedad y población de China pueden estar alimentándose el uno del otro. Mientras que Estados Unidos pudo superar su exceso de vivienda de mediados de la década de 2000 gracias al aumento de la población y la inmigración, China enfrenta una demanda estructuralmente decreciente debido a su población cada vez menor y a su inexistente inmigración.
China necesita una nueva fuente de demanda agregada para reemplazar la inversión y la propiedad. El candidato más obvio son los consumidores, que representan sólo el 37% del PIB, en comparación con el 68% en Estados Unidos.
Pero las autoridades chinas se oponen ideológicamente a impulsar el consumo. Lo podrían hacer a través de beneficios de salud y jubilación más generosos, lo que reduciría la necesidad de ahorrar. De manera simultanea, Xi ha empeorado la confianza de los consumidores a través de “una serie de decisiones políticas profundas… que ahora están regresando para obstaculizar la economía china y su recuperación”, dijo Barry Naughton, experto en política industrial china de la Universidad de California en San Diego.
A partir del año 2020, el Partido Comunista desató una ofensiva regulatoria contra las empresas privadas en el comercio, la educación y los juegos en línea, aparentemente para reprimir la privacidad y los abusos anticompetitivos, pero sobre todo para consolidar su control sobre el sector privado.
Además de destruir aproximadamente 1 billón de dólares de riqueza, dijo Naughton, Xi envió un “mensaje mucho más amplio de que todo tipo de trabajos en el sector de servicios independientes y altamente calificados no tenían futuro. Estaba diciendo: “No me gustan los negocios privados y no me importa si destruyo valor”.
Xi ha socavado aún más las perspectivas económicas de China con un impulso hacia la autosuficiencia y la beligerancia geopolítica que han llevado a Estados Unidos y Europa Occidental a “eliminar riesgos” al restringir el comercio y la inversión con China en sectores estratégicos. Esto ha generado la oleada de nearshoring.
Un estudio del FMI dirigido por el economista Shekhar Aiyar encontró que desde 2010 la inversión extranjera ha fluido cada vez más entre países del mismo bloque geopolítico (según lo define su forma de votar en las Naciones Unidas). Como resultado, China recibió un 60% menos de inversión extranjera directa en sectores estratégicos en 2022 que en 2015, mientras que Estados Unidos disfrutó un 43% más.
Así como la globalización ayudó a China más que a Occidente porque tenía mucho más espacio para crecer, la desglobalización la perjudicará más. Otro estudio del FMI consideró un escenario en el que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que representa a las economías democráticas, en su mayoría avanzadas, se desacopla de China y todos los demás países se alinean con su bloque preferido. La penalización económica después de 10 años es sólo del 0.3% del PIB para Estados Unidos, pero del 4% para China.
Los signos de un debilitamiento empresarial están por todas partes. El mercado de capital de riesgo de China alguna vez rivalizó con la de Estados Unidos, pero este año, la realización de acuerdos se redujo al 32% del nivel de Estados Unidos desde el 85% en 2018, según PitchBook. Muchos empresarios chinos se han ido o están intentando hacerlo, especialmente hacia Singapur.
Probablemente esto no moleste a Xi, quien quiere que sea el Estado, no el sector privado, quien decida qué industrias deben recibir capital. Por ejemplo, el gobierno central y los locales han creado más de 2,000 “fondos de orientación gubernamental” para invertir billones de dólares en lo que ellos consideren sectores prioritarios.
Pero las ambiciones de Xi están en riesgo a medida que el crédito fácil se agota y las finanzas locales empeoran. Ngor Luong, del Centro de Seguridad y Tecnología Emergente de la Universidad de Georgetown, dijo que los fondos de orientación del gobierno recaudan constantemente menos de lo planeado “debido a la carga de la deuda local, las regulaciones más estrictas y otros obstáculos económicos”. La recaudación de fondos el año pasado cayó un 35% con respecto a 2021.
Las mismas limitaciones pesan sobre la diplomacia de chequera del gobierno de China. Los préstamos para infraestructura, en el marco del proyecto de la Franja y la Ruta, habían convertido a China en el mayor acreedor de numerosas naciones en desarrollo. Muchos, incluidos Sri Lanka y Zambia, han entrado en mora y los nuevos préstamos se han agotado.
Sin embargo, a pesar de todas las tensiones demográficas, fiscales y financieras que sufre China, su sector manufacturero, por mucho el más grande del mundo, no ha retrocedido. Todo lo contrario: este año China desplazó a Japón como el mayor exportador de automóviles a nivel global.
Las marcas chinas tal vez no sean tan buenas como las marcas occidentales de primera línea, pero son lo suficientemente buenas y menos costosas y, por lo tanto, están ganando participación de mercado a nivel mundial. Hasta ahora, Estados Unidos ha obstaculizado la capacidad de China para fabricar los semiconductores más avanzados. Sin embargo, para 2026 China controlará el 42% de la capacidad global en chips menos avanzados, vitales en aplicaciones como electrodomésticos y automóviles, estima SEMI, un grupo de la industria de semiconductores.
Aunque Xi administre mal la economía en general, la destreza manufacturera de China persistirá debido a las ventajas competitivas incorporadas: una base de productores grande, integrada y adaptable, una fuerza laboral confiable y modestamente remunerada y su extendido know-how en prácticamente todas las manufacturas.
Esto le da a China un importante canal de influencia global. Incluso cuando la administración Biden busca acercar las economías asiáticas a través de su Marco Económico Indo-Pacífico, esas mismas economías se están vinculando más estrechamente a las cadenas de suministro chinas, de acuerdo con Abigail Dahlman y Mary Lovely del Instituto Peterson de Economía Internacional. Por ejemplo, Estados Unidos está cortejando a la India como contrapeso a China, pero la participación de China en las importaciones indias se ha disparado del 27% en 2010 al 39% en 2021.
La destreza manufacturera de China es también un activo militar formidable. Sus gigantescos y modernizados astilleros ya construyen el 46% de los barcos del mundo, lo que le permite producir varios buques de guerra y submarinos nuevos al año.
En contraste, la industria de construcción naval estadounidense, a pesar de un siglo de protección, tiene menos del 1% de la capacidad mundial, lo que deja a la Marina de Estados Unidos dependiendo de sólo un puñado de astilleros que carecen de la fuerza laboral necesaria para manejar la creciente demanda. Las entregas siempre llegan tarde y por encima del presupuesto.
El cambio en la guerra hacia vehículos no tripulados más baratos también favorece a China, el mayor productor de drones del mundo.
Dan Wang, académico visitante en el Centro Tsai China de la Facultad de Derecho de Yale, que ha escrito extensamente sobre la industria tecnológica de China, dijo que Estados Unidos lidera principalmente en tecnologías intensivas en conocimiento, como la inteligencia artificial y la biotecnología, más que en productos físicos. “Imagínese un escenario futuro en el que estos países estén en serios conflictos y el comercio se detenga, ¿a quién le gustaría apostar: al país con todos los grandes modelos lingüísticos y a la biotecnología y el software empresarial o al país con una base manufacturera grande y adaptable? Mi dinero estaría en lo último”.
Tardíamente, Estados Unidos se ha dado cuenta de esa deficiencia. En lo que podría llamarse capitalismo chino con características estadounidenses, la administración Biden está colmando de subsidios y protección a industrias específicas, como las de vehículos eléctricos y semiconductores. Esto ha producido un aumento en la construcción de fábricas, pero no está claro que se materialice una demanda suficiente para que esas fábricas sean rentables.
También está promoviendo el nearshoring y friendshoring: alentar a las empresas occidentales a construir cadenas de suministro en países amigos, logrando así economías globales de escala sin depender de China. Después de todo, el PIB colectivo de “Occidente” (Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, Australia, Japón, Corea del Sur y Taiwán) es aproximadamente tres veces el tamaño del “Oriente” (China, Rusia y una variedad de socios como como Bielorrusia, Irán y Pakistán.
Pero hablar de nearshoring o friendshoring oculta el fracaso de Occidente a la hora de comportarse como un bloque único hacia China o en la economía en general. Estados Unidos ha procedido en su mayor parte de manera unilateral en materia de subsidios a los vehículos eléctricos y controles de exportación. Estados Unidos y Europa han tratado de dejar de lado los aranceles estadounidenses sobre el acero y el aluminio o acordar un enfoque común para controlar las inversiones en China.
Y sobre la mente de los aliados pende la perspectiva de que Donald Trump pueda ser reelegido presidente el otoño de 2024. En su último mandato, Trump se retiró del Acuerdo Transpacífico de 12 naciones, impuso a sus aliados aranceles sobre el acero y el aluminio y amenazó con lo mismo para los automóviles. Ya fuera del cargo de presidente, ha cuestionado el apoyo a Ucrania, propuso un arancel del 10% sobre todas las importaciones e insinuó su retirada de la OTAN.
La expectativa en Europa es que si Trump regresa, estará mejor preparado y será más sofisticado en términos de presionar a Europa”, dijo Huotari. Por su parte, China explotaría las divisiones resultantes con incentivos económicos para cualquier aliado vacilante de Estados Unidos. En ese sentido, enfrentada a un Estados Unidos recientemente aislacionista y a la carga de apoyar a Ucrania contra Rusia, Alemania puede volverse pro China porque “no puede darse el lujo de librar batallas contra todos.
Nada cumpliría más eficazmente la predicción de Xi de un Occidente en decadencia que una situación en la que Estados Unidos decidiera que el concepto de “Occidente”, como principio para organizar la política militar y económica, ya no exista.
Xi supera a Biden en San Francisco
En este contexto, en un artículo de Pepe Escobar publicado el 17 de noviembre en el portal de sputnikglobe.com, y titulado “Pepe Escobar: Xi supera a Biden en San Francisco”, se hace una dura crítica al resultado del encuentro de los presidentes de Estados Unidos y China, del pasado miércoles 15 de noviembre.
Escobar comienza señalando que a un lado de la mesa estaba un líder del Sur Global en la cima de su juego. Del otro lado, una momia que vende la ilusión de que es el “líder del mundo libre”.
Esto estaba destinado a provocar un suspenso: antes, durante o después de la crucial reunión bilateral en la que participaron las dos principales potencias del mundo. Ya durante las palabras introductorias, el Secretario de Estado de los EE.UU., Antony Blinken, sentado al lado derecho de Biden, estaba tan aterrorizado como James Stewart lo estaba en la película “Vértigo” de Hitchcock, presintiendo que en cualquier momento llegaría el destino fatal.
Entonces sucedió, en la conferencia de prensa al final, cuando Joe Biden, tras una sonrisa proverbial, dijo que el presidente chino Xi Jinping es “un dictador”. Porque es el líder de un país comunista.
De esta manera, todos esos elaborados planes previos al encuentro, se desmoronaron en un instante. Un escenario tentativamente optimista convertido en cine negro. La respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores chino fue tan tajante como una frase de Dashiell Hammett: esto no sólo fue “extremadamente incorrecto” sino “una manipulación política irresponsable”.
Todo lo anterior, por supuesto, suponía que Biden sabía dónde estaba y de qué estaba hablando, “fuera de la casualidad”, y no dictado por su omnipresente auricular.
La Casa Blanca delata la trama
El drama Xi-Biden, que duró poco más de dos horas, no fue exactamente una nueva versión de “Vértigo”. Washington y Beijing parecían bastante cómodos al prometer conjuntamente la proverbial promoción y fortalecimiento del “diálogo y la cooperación en diversos campos”; un diálogo intergubernamental sobre Inteligencia Artificial; cooperación para el control de drogas; volver a las conversaciones de alto nivel entre militares; un “mecanismo de consulta sobre seguridad marítima”; aumentar significativamente los vuelos para principios de 2024; y “ampliar los intercambios” en educación, estudiantes internacionales, cultura, deportes y círculos empresariales.
La Hegemonía estaba lejos de tener un halcón maltés de valor incalculable (“la cosa de lo que están hechos los sueños”) para ofrecer a Beijing. China ya se ha consolidado como la principal economía comercial del mundo gracias al PPP. China sigue avanzando a una velocidad vertiginosa en la carrera tecnológica, incluso bajo las desagradables sanciones de Estados Unidos. El poder blando de China en todo el Sur Global/Mayoría Global aumenta día a día. China está reorganizando con Rusia el impulso concertado hacia la multipolaridad.
En el comunicado de prensa emitido por la Casa Blanca, por insulsa que parezca, en realidad revela la parte clave de la trama.
En la reunión de ambos presidentes, Biden –en realidad su auricular– subrayó el “apoyo a un Indo-Pacífico libre y abierto”; la defensa de “nuestros aliados del Indo-Pacífico”; el “compromiso con la libertad de navegación y sobrevuelo”; “adhesión al derecho internacional”; “mantener la paz y la estabilidad en el Mar de China Meridional y el Mar de China Oriental”; “apoyo a la “defensa de Ucrania contra la agresión rusa”; y “apoyo al derecho de Israel a defenderse contra el terrorismo”.
Beijing comprende en detalle el contexto y los matices geopolíticos de cada una de estas promesas.
Lo que la lectura no dice es que los asesores de Biden también intentaron convencer a los chinos de que dejaran de comprar petróleo a su socio estratégico Irán.
Eso no va a pasar. China importó un promedio de 1.05 millones de barriles de petróleo por día de Irán durante los primeros 10 meses de 2023, y la cantidad sigue aumentando.
US Think Tankland, que siempre sobresalió en desinformación e información equivocada, creyó en su propia proyección infantil de Xi haciendo de tipo duro contra EE.UU. en Asia, sabiendo que Washington no puede permitirse un tercer frente de guerra, además de Ucrania e Israel/Palestina.
El hecho es que Xi sabe todo lo que hay que saber sobre los frentes imperiales rotativos de la Guerra Híbrida, además de otros que pueden encenderse con solo presionar un interruptor. La Hegemonía sigue provocando disturbios no sólo en Taiwán sino también en Filipinas, Japón, Corea del Sur, India y continúa coqueteando con posibles revoluciones de color en Asia Central.
Aún no ha habido una confrontación directa entre Estados Unidos y China gracias a la milenaria experiencia diplomática china y su visión a largo plazo. Beijing sabe en detalle cómo Washington se encuentra simultáneamente en modo de Guerra Híbrida Total contra la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y los BRICS (que pronto se convertirán en BRICS 11).
Sólo dos opciones para China y Estados Unidos
Un periodista chino-estadounidense, después de las palabras introductorias, preguntó a Xi, en mandarín, si confiaba en Biden. El presidente chino entendió perfectamente la pregunta, la cual simplemente miró y no respondió.
Ese es un giro clave de la trama. Después de todo, Xi supo desde el principio que durante la reunión con Joe Biden, realmente estaba hablando con los encargados que controlaban su auricular. Además, era plenamente consciente de que Biden, en realidad sus asesores, califican a Beijing como una amenaza al “orden internacional basado en reglas”, sin mencionar las incesantes acusaciones de “genocidio de Xinjiang”.
No por casualidad, en marzo pasado, en un discurso ante miembros notables del Partido Comunista, Xi declaró explícitamente que Estados Unidos está comprometido en “una contención, un cerco y una represión integrales contra nosotros”.
El académico Chen Dongxiao, radicado en Shanghai, sugiere que China y Estados Unidos deberían adoptar un “pragmatismo ambicioso”. Ése resultó ser exactamente el tono de la conclusión clave de Xi en San Francisco:
“Hay dos opciones para China y Estados Unidos en la era de transformaciones globales no vistas en un siglo: una es mejorar la solidaridad y la cooperación y unir esfuerzos para enfrentar los desafíos globales y promover la seguridad y la prosperidad globales; y el otro es aferrarse a la mentalidad de suma cero, provocar rivalidad y confrontación y llevar al mundo hacia la agitación y la división. Las dos opciones apuntan a dos direcciones diferentes que decidirán el futuro de la humanidad y del Planeta Tierra”.
Esto es tan serio como parece. Xi añadió contexto. China no está involucrada en el saqueo colonial; no le interesa la confrontación ideológica; no exporta ideología; y no tiene planes de superar o reemplazar a Estados Unidos. Por tanto, Estados Unidos no debería intentar reprimir o contener a China.
Es posible que los asesores de Biden le hayan dicho a Xi que Washington todavía sigue la política de “Una sola China”, incluso mientras continúa armando a Taiwán bajo la lógica de que Beijing podría “invadir”. Pero Xi, una vez más, aportó el conciso argumento decisivo: “China eventualmente, inevitablemente, se reunificará” con Taiwán.
40,000 dólares por una cena con Xi
En medio de toda la tensión apenas disimulada, el alivio en San Francisco llegó en forma de negocios. Todo el mundo y su vecino corporativo –Microsoft, Citigroup, ExxonMobil, Apple– se morían por reunirse con líderes de varios países del APEC. Y especialmente de China.
Después de todo, APEC representa casi el 40% de la población mundial y casi el 50% del comercio mundial. Se trata de Asia-Pacífico (no del “Indo-Pacífico”), un acuerdo de “orden internacional basado en reglas” del que nadie sabe nada, y mucho menos utiliza en ninguna parte de Asia. Asia-Pacífico representará al menos dos tercios del crecimiento global en 2023, y sigue aumentando.
De ahí el gran éxito de una cena de negocios en el Hyatt Regency, con entradas que costaron entre 2,000 y 40,000 dólares, organizada por el Comité Nacional de Relaciones entre Estados Unidos y China (NCUSCR) y el Consejo Empresarial Estados Unidos-China (USCBC). Xi, inevitablemente, fue la estrella del espectáculo.
Los jefes corporativos sabían de antemano que Estados Unidos optó por no participar en el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP por sus siglas en inglés); y que la nueva táctica comercial, el llamado Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF), está básicamente muerto. El IPEF puede abordar cuestiones de la cadena de suministro, pero no llega al meollo de la cuestión: aranceles más bajos y amplio acceso al mercado.
Así que Xi estaba allí para “vender” a los inversores no sólo China sino también gran parte de Asia-Pacífico.
Un día después de la reunión de San Francisco, el centro de la acción se trasladó a Shanghai y a una conferencia de alto nivel entre Rusia y China; ese es el tipo de reunión en la que la asociación estratégica formula los caminos a seguir en la Larga Marcha hacia la Multipolaridad.
En San Francisco, Xi destacó que China respeta la “posición histórica, cultural y geográfica” de Estados Unidos, al tiempo que esperaba que Estados Unidos respetara el “camino del socialismo con características chinas”.
Obvio que Xi no espera que esto suceda con los psicópatas neoconservadores straussianos dirigiendo la política exterior estadounidense. Y eso fue claramente confirmado por Biden.
Alejandro Gómez Tamez*
Director General de GAEAP*
En X: @alejandrogomezt