“Aranceles al acero, incompatibles con T-MEC”

[FORBES]

Seade Kuri hace a Forbes México su diagnóstico sobre los beneficios del acuerdo comercial, sin embargo considera que el impuesto debe eliminarse. Prevé incremento de la inversión extranjera.

Por Uriel Naum A. y Zacarías Ramírez

Jesús Seade Kuri califica el T-MEC como positivo para el país, pese a las dudas surgidas del proceso de revisión del TLCAN y de la inclusión de nuevos capítulos en el T-MEC, como el e-commerce y el equiparamiento de sueldos entre los tres países; y pese a la persistencia de los aranceles que Estados Unidos impone al acero y al aluminio, y que, a juicio de Seade, aún pueden hacer tambalear el T-MEC.

Si alguien sabe de normatividad en comercio exterior es él. Se desempeñó como subdirector general de la Ronda de Uruguay; fue embajador de México ante el GATT (siglas en inglés del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), precursor de la Organización Mundial de Comercio (OMC), y asesor del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Su prueba de fuego no inició en diciembre, con el arranque de esta administración, sino meses antes, siendo pieza clave (como representante del gobierno electo) en las negociaciones del T-MEC, acuerdo que remplazará al TLCAN cuando sea aprobado en los congresos de México, Estados Unidos y Canadá.

¿Qué evaluación hace de lo acordado por México en el T-MEC?

Soy positivo. Creo que el tratado va a traer ventajas para toda la región. No es una posición política, es una evaluación economicista. La fuerza del T-MEC viene por todo lo que es manufactura: automóviles, vidrio, productos químicos, metálicos, etcétera. Lo que hace el tratado es elevar las reglas de origen, hacer un poco más difícil importar productos del resto del mundo para incorporarlos en la cadena productiva. Las empresas que quieran producir en Norteamérica para gozar los beneficios de libre comercio con Estados Unidos y Canadá tienen dos opciones: decir “Ya no me interesa; me voy; le vendo a Australia y a Brasil” (pero eso no va a suceder; tenemos a la región económica más fuerte del mundo); o pensar: “¿Cómo seguir abordando ese mercado?”

El mecanismo es que, con la elevación de las reglas de origen, se hace más atractivo producir dentro de la región. Por eso, estimo más inversión que se vendrá a Estados Unidos, México y Canadá. ¿En qué ramas exactamente? Pues, eso depende de cada sector, de las medidas de cada gobierno. No estamos calificados en todo; es zona de libre comercio, no una unión aduanera.

¿Es 2020 cuando el T-MEC podría ver luz en los congresos de los tres países?

El año 2020 se ve muy lejano. Tengo la ambición de que ocurra hacia el cierre de este año. Tendría que ser en la primera sesión del siguiente año, porque después va a estar muy complicada la política [tiempos electorales en Estados Unidos].

¿Qué seguiría para usted, como encargado de la agenda de la subsecretaría, en materia comercial?

Lo importante ahora es colaborar para buscar la ratificación del tratado en los tres países. No se puede dar por descontado que no hay dificultades. Hay toda una diversidad de posiciones políticas; estuve muchas veces con el Senado dándoles explicaciones técnicas, área por área. Sé perfectamente que hay críticas, pero creo que se va a aprobar. En Estados Unidos, hemos caído en una situación complicada con los legisladores demócratas y tendríamos que participar para hacer aclaraciones, dar confianza, hablar con todo tipo de participantes, colaborar con nuestros colegas negociadores para asegurar que eso también se haga.

En el curso de esos múltiples cargos, no sólo presenció sino que participó activamente en la apertura del mercado mexicano, que llevó a un aumento de las exportaciones, de 18,000 millones de dólares (mdd) en 1980, a más de 400,000 mdd el año pasado. Su cargo como subsecretario para América del Norte en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es una especie de bisagra que enlaza sus conocimientos y experiencia en comercio exterior con una política externa que promete una nueva relación con Estados Unidos y Latinoamérica.

Comenta que uno de los cambios clave del T-MEC es que se elevan las reglas de origen y eso debería traer mayor inversión. Pero, en el tema automotriz, hay un factor que, se cree, ahuyentaría a las empresas, que es pagar a 16 dólares la hora a los obreros del sector y no 3 o 4, como sucede hoy. ¿es viable este cambio?

Desgraciadamente, no va a ocurrir. Ése no es el efecto. El efecto es que una parte importante de los costos tendrá que cubrirse en Estados Unidos y Canadá. Déjenme presentar las cuentas. Las reglas de origen en [el sector] automotriz son: primero, 75% del total del costo tiene que ser pagado en América del Norte. El 75% es muy alto; sólo 25% puede venir de Corea, de Alemania, de otras partes; y no sólo eso, sino que siete grandes componentes del coche tienen que ser producidos en Norteamérica: motor, chasís, dirección, suspensión, baterías, carrocería… eso se tiene que hacer en la región.

Además, 40% del total tiene que hacerse con los sueldos altos: 25% en sueldos de obreros y 15% en sueldos altos en ingeniería, desarrollo y administración. Si actualmente algunas automotrices hacen ingeniería y desarrollo en Stuttgart o Múnich [Alemania] o en Corea, y tienen que aumentar a 75% lo que hagan en Norteamérica, pues, ese 15% lo querrán hacer en esta región.

¿Por qué lo querrían hacer en Estados Unidos o Canadá, donde los sueldos en ingeniería son de 60 o 50 dólares la hora? En México, son de entre 10 y 25 dólares. Del 75% que las empresas tienen que producir en Norteamérica, 25% tiene que ser en Estados Unidos y Canadá. Pueden, por ejemplo, hacer la transmisión o el motor en esos países, lo que les cubra los costos altos de 25%; y todavía queda 50%, que tiene que ser hecho en la región, y [eso] puede [hacerse] perfectamente en México.

No estamos orientando 100% al país; [es] una parte. Qué bueno que haya beneficios; eso es lo que se buscaba: un progreso balanceado creando los incentivos para que las firmas automotrices del resto del mundo se hagan socias de nuestra producción en Norteamérica, no comerciando tanto, sino invirtiendo más.

Eso significaría una reconfiguración de lo que se fabrica de un auto en México; una suerte de especialización en la cadena de valor.

Sin duda. Para empezar, lo más importante es que genere un incentivo fuerte, una necesidad, diría yo, de moverse hacia arriba en la escala de valor agregado, porque tenemos que tener 15% en México, quiero decir, en Norteamérica, pero México es el más cost-effective. Con esto vamos a tener ingeniería, y qué bueno. Va a ser un aumento en la cantidad de valor agregado en Norteamérica, lo cual significa inversión y una mejora en la calidad del empleo que hay en el sector automotriz. Seguirá existiendo ensamblado básico, pero también mayor valor agregado en ingeniería, desarrollo y administración.

¿Ya tiene registro de movimientos exploratorios de las automotrices para empezar estos cambios?

Ya hay anuncios en Toyota, BMW y GM, pero ellos nos van a decir exactamente: “Estamos incrementando inversión por esto y esto otro”, pero se está viendo un buen desarrollo de la industria. La mayoría de los gobernadores [de Estados Unidos] también están a favor del tratado. Lo que creo que debemos hacer es sentarnos a explicar, hacer ejercicios serios de comunicación. [El T-MEC] es un tratado muy bueno para toda la cadena productiva; no es para México, no es para Estados Unidos: es para Norteamérica; y, en la medida en que eso se entienda mejor, se va a ratificar en los próximos 11 meses, espero.

¿Seguiremos siendo atractivos para la manufactura? Está, por un lado, la renegociación del tratado; por otro, la política del gobierno de México de aumentar los salarios en la frontera y el mínimo en todo el país, y vienen cambios laborales con el convenio 98 de la OIT, y una reforma laboral hacia una mayor libertad sindical que derivará en exigencias de aumentos.

Estoy de acuerdo con ello, pero son cosas que tienen nombre: evolución. México está evolucionando y ojalá que evolucione un poco más rápido hacia una economía más sofisticada, en la cual aumente la productividad, mejoren las condiciones para el trabajo, aumenten los sueldos.

El costo por unidad no está aumentando; aumenta el salario, pero aumenta la productividad. Entonces, México está evolucionando bien, y ahora que hay huelgas… pues, existe una tradición mexicana: que la negociación salarial está acompañada de emplazamientos de huelga. Tenemos que esperar a entrar en una dinámica en la cual haya más y más renegociaciones salariales, que se puedan dar, y se den en forma suave, sin entrar en huelga. Pero que haya huelga [como la reciente en Matamoros] no es nuevo; siempre hemos tenido cierta propensión a ello. Qué bueno que los trabajadores se defiendan, pero [que lo hagan] para llegar a resultados positivos para la empresa, porque sin la empresa no hay progreso.

En e-commerce, ¿Cómo se echará a andar, desde el gobierno, la normatividad de nuevos actores vinculados a la protección de los consumidores digitales?

Es responsabilidad de otros ministerios. No tenemos todo desarrollado; no sé cuáles sean los planes. El actor central ahí es la Secretaría de Economía. Tenemos que desarrollar los marcos regulatorios; tiene que haber mejores sistemas de información, protección de consumidores, etcétera. Planes concretos, no los he visto anunciados: y deben hacerse, en gran medida, en los próximos 12 o 18 meses, para que tengamos un sistema reforzado cuando el nuevo tratado entre en vigor.

El arancel al acero de 25%, y de 10% al aluminio que impuso estados unidos tiene efectos muy nocivos, y está basado en un argumento de seguridad nacional. ¿Cómo se va a destrabar eso?

No se han manejado cambios; no hay evolución. Es esencial resolverlo en los próximos meses. No veo ninguna posibilidad de que el Tratado de Libre Comercio, ni en México ni en Estados Unidos, esté en vigor mientras existan esos aranceles. Pero es una cuestión de tiempo; el tratado se va a ratificar en el mediano plazo, [mientras que] lo del acero se tiene que resolver en cuestión de semanas [esta entrevista se realizó el 31 de enero]. Desconozco si hay contactos entre negociadores. Creo que, de momento, no. Pero hay que atenderlo; no se puede alargar mucho. El acero es un sector muy importante, por sus inversionistas y trabajadores, y un componente clave en el costo de casi todos los demás sectores.

La agenda informativa, en cuanto a la relación entre Estados Unidos y México, ha estado concentrada en el asunto del muro. ¿qué temas han quedado en segundo plano?

La agenda se está negociando y discutiendo a todo lo ancho. Por ejemplo, en la cuestión de cruces fronterizos seguimos avanzando; existen iniciativas a escala micro de trabajar en esa zona. El estado de Texas está muy activo; hemos tenido diálogos para mejoras en el comercio transfronterizo. Las cuestiones migratorias, por supuesto, no se han detenido; están más vivas que nunca. En temas de seguridad tenemos contactos. O sea, la agenda bilateral es muy rica y no se va a detener por un tema. El tema del muro es un debate interno de Estados Unidos que no estamos incorporando mucho en nuestro análisis interior.

¿Qué otros temas o áreas de oportunidad ve en este trabajo de integración comercial y de otro tipo en la región norte?

El tema fundamental que estamos trabajando muy fuerte con ellos [Estados Unidos y Canadá] a distintos niveles es el de la gran visión del presidente [Andrés Manuel] López Obrador, lo que yo llamaría “el gran proyecto de inversión, desarrollo regional y migración”.

Esto implica invertir en las zonas pobres de México: desde Michoacán y Veracruz hacia el sur y sureste, al Triángulo Norte [Guatemala, Honduras y El Salvador], jalar la inversión para allá en montos importantes para dinamizar las bases del desarrollo y que no haya razones para que la gente emigre por necesidad. Todo lo contrario: que puedan recibir activos migrantes; una migración en reversa, que es la dominante desde hace ya varios años: tenemos más mexicanos que vienen que los que van. Queremos dar desarrollo. En eso estamos teniendo un diálogo muy fuerte y muy bueno con Estados Unidos.

¿Con quién es ese diálogo y cuál es el rol que podría jugar Estados Unidos, sus empresas o su gobierno, en este plan de desarrollo regional?

El centro de la acción son todos los grandes proyectos de desarrollo que ha impulsado el nuevo gobierno. En su mayor parte, o quizás todos, vienen de la visión muy personal del presidente López Obrador, pero son, ciertamente, los programas de la franja norte, el tren maya, la refinería, puertos… en fin; desarrollo de caminos, caminos locales…

Tenemos toda una gama de proyectos importantes que estamos discutiendo con Estados Unidos. A nivel político, el canciller Marcelo Ebrard ha estado muy ocupado con el secretario de Estado, Mike Pompeo, en los últimos dos meses, desde que estamos en funciones, y desde antes, como gobierno electo. Se hizo un anuncio, hace ya varias semanas, de 10,500 mdd para el desarrollo de las regiones que he mencionado, pero hay que encontrarle exactamente los puntos en que pueden encajar, y ése es el diálogo que se está llevando.

¿En qué horizonte de tiempo tiene previsto el aterrizaje de ese programa de desarrollo regional?

No es un aterrizaje de un solo golpe. Estamos hablando de una gran visión. El presidente López Obrador ha hablado del gran proyecto de 30,000 mdd en el transcurso del sexenio, pero no quiere decir que todo se haga como un gran elefante y se inaugure en el último día del sexenio ni mucho menos, sino que va a haber entregas, compromisos financieros, identificación y desarrollo de proyectos. Estamos en una fase bastante avanzada en la evaluación de proyectos muy importantes, en los que puede entrar una parte importante de esos 10,500 mdd iniciales.